Al adoptar políticas que promueven el derecho al descanso, la desconexión digital, el bienestar personal y el empleo Es momento de ser realmente francos: mientras los logros de las mujeres en la dirección y de la comunidad LGBT+ en este mismo grupo muestran cifras con inmensas áreas de oportunidad, la inclusión de personas con discapacidad en estas posiciones es sin duda una tarea donde la calificación que nos corresponde es vergonzosa”.
Artículo original: https://www.eleconomista.com.mx/capitalhumano/Discapacidad-y-trabajo-y-los-avances-20231202-0030.html
El día de ayer se conmemoró una vez más el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Una convocatoria pálida, desangelada, pero llena de significado para quienes forman parte de ella. Jamás puede compararse con las marchas multitudinarias por el Día de la Mujer (8M) o las marchas del Pride (LGBTQ+), sectores ambos críticos para la economía y las grandes empresas que quieren verles generando tráfico en sus operaciones comerciales.
No, la discapacidad no es rentable. Todo lo contrario.
Los más recientes datos del Inegi (2022) hablan por sí solos y se repite respecto del 2020: los demográficos señalan que en México hay cerca de 21 millones con discapacidad, de las cuales un millón señalan tener capacidad para trabajar. De este pequeño grupo, apenas 12,000 personas tienen un título universitario, y 3,600 se encuentran laboralmente activas. Hasta aquí el panorama es desolador, pero se pone peor. Menos del 0.01% de las personas con discapacidad que pueden trabajar están en una posición de gerencia o supervisión.
Si suponemos la veracidad de estas cifras, llegamos a la triste realidad: en todo del país, un poco más de un centenar de personas con discapacidad tiene un puesto de confianza. Si lo comparamos con las 21 millones de personas que forman parte del censo, no nos alcanzan los ceros para mostrar el nano cosmos.
Es momento de ser realmente francos: mientras los logros de las mujeres en la dirección y de la comunidad LGBT+ en este mismo grupo muestran cifras con inmensas áreas de oportunidad, la discapacidad es sin duda una tarea donde la calificación que nos corresponde es vergonzosa. Es triste que la incorporación de personas de grupos indígenas o de personas sin estudio ni empleo que son terriblemente malas son mejores que las de las personas con discapacidad.
Por una parte, hemos limitado la capacidad de empleo a posiciones bajas en las organizaciones, principalmente a los centros de contacto y centros de operaciones. Por la otra, nos hemos concentrado (por poner un término) en ciertos aspectos de la discapacidad física, abandonando todo el espectro que implica la discapacidad con sus múltiples aristas.
Como ya lo hemos señalado en este espacio, la barrera de la pobreza es la primera que se impone como una brecha infinita con inmensas dificultades para sobrepasar, que no se diga de las condiciones de accesibilidad que son extremadamente limitadas, encerrando a las personas con discapacidad en la seguridad de sus casas.
Vemos rankings relevantes a nivel global y nacional respecto de mujeres, las empresas más destacadas en inclusión, destacadas iniciativas en materia racial, los 20 ejecutivos más relevantes de la comunidad LGBT+. Pero de la discapacidad, el trabajo dedicado de Teletón, ¡éntrale!, Juntos y otras entidades, se ve reflejado en la habilitación para la viabilidad laboral, pero no traducido en personas con discapacidad en la dirección de las empresas, de la sociedad, o de la política.
El propio trabajo de la Conapred es reactivo, no proactivo. Producto de ello tenemos a la discapacidad encerrada en casa, y en un 1% desaparecida en el “closet” de los centros de operaciones.
En materia de discapacidad, algunas organizaciones, incluyendo gubernamentales, han avanzado de manera tímida en las barreras de acceso.
Es muy preocupante ver como el reconocimiento Gilberto Rincón Gallardo, que debe reconocer a la empresa como inclusiva como un todo, se limita a certificar uno que otro local comercial, pero no ve ni reconoce las iniciativas y logros de las pocas instituciones del ámbito privado que han trabajado integralmente en la accesibilidad física y al empleo. Consideremos que lo que hay que hacer y lo poco que hay para reconocer son los requisitos que tienen carácter legal, no son simples recomendaciones.
En lo que no avanza es en eliminar la barrera de crecimiento: la que permitiría poner a las personas con discapacidad en la gerencia y dirección de las empresas. En este rubro no solo no pintan los resultados, sino que carecemos completamente de iniciativas serias de inclusión –nos estamos limitando a unas barreras de acceso físico que se debieron haber solucionado hace varios lustros–.
Evaluemos nuestra calificación como sociedad. Hemos entendido que lo más importante es romper el “techo de cristal” y llevar la diversidad a la dirección. Pongámonos en el espejo: en temas de discapacidad perdemos la materia.
Un llamado a la acción:
Ayer fue otro aniversario más. No hemos visto avances significativos ni progresos tangibles, tampoco quien los promueva, promocione o que participe de manera pública como se hace con los colectivos femeninos y de la diversidad sexual. Y ya estamos en mora de hacerlo, y si lo hay, de hacerlo visible.